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Sinergias para la Solidaridad ¿De lo urgente a la imaginación post-pandémica estratégica?

“El mundo al revés nos enseña a padecer la realidad en lugar de cambiarla, a olvidar el pasado en lugar de escucharlo y a aceptar el futuro en lugar de imaginarlo: ... En su escuela, escuela del crimen, son obligatorias las clases de impotencia, amnesia y resignación. Pero está visto que no hay desgracia sin gracia, ni cara que no tenga su contracara, ni desaliento que no busque su aliento”. Eduardo Galeano -Patas arriba. La escuela del mundo al revés (1998)

Habitamos tiempos turbulentos. Es un momento de crisis civilizatoria que urge que cambiemos nuestras referencias y hábitos. La pandemia se revela como una extensión y amplificación de los múltiples sistemas que sostienen la inequidad territorial como el capitalismo, el patriarcado, el colonialismo y el racismo. Es imperativo, por tanto, hacer de esta coyuntura histórica una posibilidad de cambio, para activar, cultivar y amplificar visiones alternativas que permitan navegar la incertidumbre y disrupción hacia un horizonte más promisorio. La pandemia trae a la superficie la crisis de vivienda existente.


La pandemia ha reconfirmado que el acceso a la vivienda adecuada es una condición fundamental para proteger el derecho a la vida, que los desalojos deben eliminarse como estrategia de intervención urbana y que el impacto de la pandemia se sufre de manera desproporcionada en áreas donde existe precariedad en condiciones habitacionales. De este modo, la pandemia también nos ha revelado que las redes de solidaridad que se han movilizado para cuidar las poblaciones más expuestas son imprescindibles. Por lo tanto, argumento que los futuros alternativos que cultivan la dignidad humana solo se pueden hacer si parten del reconocimiento de las prácticas y conocimientos territoriales comunitarios. Sabemos que las ciudades Latinoamericanas se han construido en gran medida a partir de las manos, tiempo, y redes de solidaridad que han hecho posible los barrios populares. Estas acciones colectivas se han expresado por muchas décadas y ante la pandemia no ha sido diferente, esas mismas redes siguen estando en la primera línea de respuesta ante la novedad, escala y velocidad del impacto del COVID-19 y las insuficien-tes medidas estatales. En esta corta reflexión me referiré a algunas ideas derivadas de la iniciativa inter-institucional ‘Sinergias para la solidaridad’ en donde buscamos:


  • Hacer visibles, analizar y conectar iniciativas que han emergido desde diferentes sectores y escalas de la sociedad civil que buscan dar respuesta a la emergencia en barrios populares;

  • Generar sinergias y coordinar esfuerzos que capitalicen la respuesta inmediata para promover alianzas renovadas que catapulten el mejo-ramiento integral de barrios centrado en el cuidado y la dignidad.


Esta iniciativa ha iniciado por generar un mapeo regional de colaboraciones e iniciativas de la sociedad civil frente al COVID-19 en barrios populares y los hallazgos preliminares permiten sugerir algunas ideas para pensar una agenda urbana recalibrada que nos permita transitar a unos territorios más equitativos y saludables.


Presento aquí cuatro líneas de acción y reflexión:


Tejer alianzas para el aprendizaje multinivel y la acción conjunta


Enfrentar la pandemia hace imperativo el aprendizaje entre organiza-ciones y promover alianzas estratégicas para proteger y cuidar la vida de toda la población y sobre todo los expuestos a una vulnerabilidad estructural. La complejidad, escala y velocidad de los efectos de la pandemia en la vida requiere una coordinación inter actoral a múltiples escalas sin precedentes. Una agenda urbana que sea relevante para este tiempo requiere re-pensar cómo, pese a las asimetrías de poder, se pueden generar alianzas estratégicas que le apuesten a cambios sistémicos y a la vez aborden con limitados recursos respuestas contextualizadas. Los ODS 11 y 17, así como la Nueva Agenda Urbana de ONU-Hábitat, resaltaban ya la necesidad de enfoques centrados en las personas y plataformas de aprendizaje entre pares como condiciones previas cruciales para involucrar actores urbanos en la implementación de las agendas internacionales a nivel local (Ortiz & Millan, 2019). Un desafío clave para el aprendizaje es lograr reunir a múltiples actores urbanos que operan en diferentes escalas y tiempos y que a menudo tienen perspectivas confrontadas sobre las visiones de ciudad. Sin embargo, hoy el sentido de urgencia sobre la innegable la co-responsabilidad de las instituciones, organizaciones y movimientos sociales como clave para abordar este reto planetario es más evidente dada la interdependencia para salva-guardar la vida en las áreas más vulnerables como los barrios populares. Por tanto, esta coyuntura es una oportunidad para promover una alian-za intersectorial regional que apoye decididamente el mejoramiento in-tegral de barrios como la más expedita estrategia tanto en su respuesta inmediata como la recuperación de largo plazo.


El mejoramiento integral de barrios ha sido una estrategia de larga trayectoria en la región que cuenta con una amplia memoria institucional y ciudadana crucial para movilizar esfuerzos en diferentes niveles territoriales para la respuesta a la crisis. En ese contexto, conectar redes y generar redes de redes es fundamental para alcanzar mayor impacto descentralizado y anclado a los territorios. Pensar hoy el futuro de la vivienda y el habitar, nos ayuda a promover también la memoria como un dispositivo clave para la imaginación del futuro. Con esa consideración, la campaña ‘Sinergias para la Solidaridad’ se basa en la idea que para enfrentar la emergencia e imaginar colectivamente un futuro pospandemia, resulta necesario generar y consolidar una red global de solidaridad y empatía. Así, propusimos una alianza entre las organizaciones asociadas al proyecto COiNVITE del Development Planning Unit (DPU- UCL), como la Coalición Internacional del Hábitat (HIC), la Plataforma Global del Derecho a la Ciudad (GPRC), la Plataforma de Prácticas del Hábitat Urbano y Vivienda (UHPH), Universidad Nacional de Colombia, Universidad de los Andes y la Universidad de Boulder y el grupo “COVID y Precariedad” hemos centrado la atención en las iniciativas fuera de los radares oficiales lideradas por la sociedad civil en y para los barrios po-pulares. Luego de un par de meses hemos rastreado 156 organizaciones con más de 215 iniciativas de respuesta ante la pandemia en Latinoamérica en general, pero con mayor énfasis en Colombia, Brasil y Argentina. La energía creativa y respuesta veloz de estas organizaciones nos recuerda que hoy más que nunca es necesario garantizar la participación de la sociedad civil en el diseño, la implementación y la evaluación de las respuestas a esta emergencia y recuperación para hacer viable su implementación.


Cultivar una infraestructura urbana para el cuidado


La CEPAL (2020) se ha referido a la pandemia como una crisis de los cuidados. El cuidado se refiere a una estrategia de supervivencia cla-ve que teje el cuerpo individual, social y político y por tanto su enten-dimiento no puede desligarse de la inequidad y racismo estructurales (Hobart & Kneese: 2020; Neely & Lopez, 2020). Las labores de cuidado son distribuidas inequitativamente. Esto se expresa en la excesiva carga de cuidado de las mujeres en el trabajo doméstico y de salud, remunerado y no remunerado, que han exacerbado las desigualdades de ingreso y vulnerabilidad a violencias de género, pese a ser actividades necesarias para la protección de la vida. Podemos pensar la vivienda como una infraestructura del cuidado en tanto se ha vuelto un factor determinante de vida o muerte sobre todo para quienes no tienen acceso a la vivienda o sus condiciones no permiten habitar en condiciones sanas (Ortiz y Boano, 2020). Si se considera la vivienda como parte esencial de las infraestructuras para el cuidado nos permite entender su rol esencial en la mediación de las relaciones barriales de proximidad con lo doméstico, lo colectivo, lo afectivo y las redes de solidaridad que sostienen el bienestar común particularmente en los barrios populares. Por ello, la conexión con líderes y lideresas y organizaciones territoriales de base es una precondición para una respuesta y recuperación efectivas que prioricen los sistemas de cuidado.


En el mapeo de iniciativas sociales sobre respuesta ante el COVID-19 en barrios populares en Latinoamérica evidenció que las redes de solidaridad que han forjado en la construcción misma de barrios y comunidades se están usando para enfrentar la pandemia. Más del 37% de las iniciativas reportadas se refieren a la activación de redes para la supervivencia en la generación de seguridad alimentaria mediante la habilitación de comedores populares, ollas comunes, convites o distribución de alimentos resaltando el rol central de las mujeres en labores de cuidados. De manera similar encontramos que el 34% de las iniciativas se focalizan en la activación de redes de solidaridad para la prevención donde los medios comunitarios y la distribución de kits de aseo han sido el mecanismo central en las campañas pedagógicas de higiene y salud pública. Es así como, comprender la vivienda y los sistemas territoriales que la sustentan como una infraestructura de cuidado radical, plantea una nueva ética del habitar y debe ser entendida en clave de lo colectivo. La vivienda que pone en el centro a la vida se desmarca de las lógicas financieras que despojan. Pensar en el cuidado radical es cultivar la vivienda y su conexión afectiva como epicentro de la salud física y mental; una infraestructura que redistribuye colectivamente las labores de cuidado, y que se piensa desde la feminización de la política como acción estratégica de Justicia Climática y antirracista (Ortiz, 2020). Así, una agenda urbana renovada debe apoyar a transitar hacia una sociedad de los cuidados, reconociendo el rol de las mujeres como cuidadoras de hogares y comunidad (Plataforma Global del Derecho a la Ciudad, 2020).


Expandir la proximidad digital para la radicalización democrática


Si queremos cambiar el mundo se requiere una radicalización democrática, catalizar la movilización social que venía despertando en Latinoamérica, para una recuperación post pandemia que no nos devuelva a esa normalidad marcada por la profunda inequidad. Sin embargo, la pandemia ha erosionado los mecanismos de presión política de la movilización en las calles y los espacios digitales se han catapultado como los mecanismos para generar proximidad social en medio del distanciamiento físico. La conectividad digital ha sido clave para encarar las medidas de aislamiento y cuarentena extendidos. Habitamos un mundo marcado por la copresencia a partir de la interacción constante con lo digital.


Lo digital “incorpora los datos y algoritmos, software y hardware, lo afectivo, político, económico, social, y los efectos físicos en los cuerpos humanos, objetos y espacios embebidos en la opresión estructural y los sistemas de poder codificadas en ellos” (Gieseking, 2019: 94). Por ello las visiones tecnocráticas del espacio digital y del manejo de datos como algo neutro políticamente es problemático. En los meses de la pandemia se ha acelerado la digitalización del mundo, pero a la vez se ha hecho más evidente la gran brecha digital particularmente en los barrios populares. En Latinoamérica solo 4 de cada 10 hogares tiene acceso a banda ancha y solo el 45% tiene acceso a los servicios digitales como telemedicina, gobierno en línea, bancarización online, o e-edu-cación (CAF, 2019). Pese a que no encontramos ejemplos de iniciativas que aboguen por la expansión de los servicios de internet y el acceso a dispositivos digitales si se evidenció que el uso de las tecnologías de la información fue crucial para promover campañas de solidaridad, crowdfunding, pedagogía para la prevención, y distribución de apoyo humanitario (Duque, Ortiz, Samper, Millan, 2020). Es decir, que la generación de datos contextualizados y sostener interacciones digitales son esenciales para coordinar respuestas locales y participar activamente en la movilización social digital.


La exclusión digital no solamente se debe a la desconexión territorial de los servicios de internet que excluye sistemáticamente a una proporción importante de la población, sino también la invisibilidad que muchos de los barrios populares tienen en los registros oficiales de datos. Varias iniciativas han usado activamente los medios digitales como claves para el reconocimiento, visibilizar los barrios y la contrastación de datos oficiales sobre las condiciones de salud de sus habitantes. Estas iniciativas con medios digitales que emergen de los márgenes generan una formas alternativas de imaginar/pensar/sentir las prácticas sobre los datos (Milan y Trere, 2019) como un terreno de disputa del reconocimiento de dichos barrios. La generación y articulación de datos territoriales plurales es fundamental para identificar niveles de vulnerabilidad, priorizar la atención integrada y hacer seguimiento de las medidas sobre los asentamientos precarios.


Esto resuena con las ideas de las epistemologías y de los datos del Sur que proponen re imaginar los procesos de producción, procesamiento y apropiación de datos y dar valor a otras formas de entender el mundo urbano para descolonizar nuestras miradas. Por tanto, una agenda urbana renovada requiere apostar por desarrollar métodos más dinámicos y colaborativos con la sociedad civil para asegurar un mejor conocimiento de los territorios, apoyar la movilización social e informar la política pública. Se requiere dar un nuevo espacio a los lugares digitales para la construcción de nuevos relatos urbanos.


Imaginar colectivamente para la recuperación post-pandemia


Cultivar la solidaridad global nos ayuda a sobrevivir el presente y a re-imaginar el futuro. En estos momentos sin precedentes, es donde se revela la interdependencia entre las especies y cuando necesitamos expandir las posibilidades de construir nuevas realidades. Lo impensable ha sido posible y por ello podemos hacer viable las alternativas y utopías que ya se venían fraguando para que otros mundos sean posi-bles. Una agenda urbana alineada con los nuevos desafíos planetarios debe poner en el centro las múltiples maneras de promover la habilidad de pensar conjuntamente preguntas “¿Qué tal si ...?”, como un imperativo para activar la imaginación que vaya más allá de la supervivencia que nos une y nos lleve a generar una visión plural colectiva que nos guíe. Estamos en un momento de no retorno, donde pareciera que la incertidumbre nubla las posibilidades de visualizar un futuro urbano incluyente y en el cual padecemos de cierta crisis de la imaginación debemos transitar de la atención a resolver lo urgente y de corto plazo a una visión sagaz estratégica para capitalizar la respuesta ante la pandemia. En esa línea, algunos colectivos han ya propuesto planes que muestran las sendas para de-comodificar la vivienda con estrategias antidiscriminatorias que promueven alternativas basadas en la economía solidaria, la soberanía alimentaria y las tecnologías bajas en carbón.


Para promover la imaginación colectiva pos-pandemia es clave la cooperación horizontal fundamentada en el diálogo de saberes, los aprendizajes intergeneracionales y las historias cotidianas para avanzar hacia ciudades dignas (Ortiz, 2020). La transformación de las prioridades de acción política sobre los barrios populares requieren de aproximacio-nes intersectoriales, transdisciplinares y translocales donde los saberes populares sobre las condiciones de vulnerabilidad y la capacidad instalada en los territorios de habitabilidad precaria sean punto de partida clave. La imaginación colectiva para dar forma a una visión de futuro no solo se basa en la innovación sino en la valoración de la memoria de personas, lugares e instituciones para lograr el fortalecimiento de los sistemas de cuidado territorial existentes. Por lo tanto, una nueva agenda urbana debe dar las bases para un nuevo contrato social para orientar los procesos de urbanización y así promover una gobernanza urbana y política pública que opere bajo esquemas de coordinación in-tersectorial en las múltiples escalas de gobierno para atender las causas estructurales de las inequidades territoriales y construir colectivamente el periodo de recuperación de la pos-pandemia (Ortiz & Di Virgilio, 2020).


Para ello, se debe apostar por experimentar estrategias metodológicas de co-creación que involucren el cuerpo, el corazón y la mente para nutrir la empatía y reconciliación social. Un cambio de paradigma sobre cómo imaginar el futuro urbano ya no da espera.

 

Texto original publicado en "Múltiples miradas para imaginar una agenda urbana en crisis". Cuaderno del grupo de trabajo Desigualdades Urbanas, CLACSO. Puedes visitarlo y decargarlo aqui.


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